domingo, 6 de febrero de 2011

La perspectiva del rasgo

La perspectiva del rasgo
De acuerdo a la perspectiva del rasgo, las personas varían en su habilidad para
experimentar hipnosis, y su variabilidad es una característica relativamente estable. En esencia, los
teóricos del rasgo  sostienen que la habilidad para experimentar hipnosis existe primariamente
dentro de la persona, no en el hipnotista. Kirsch y Lynn (1995), en la revisión del debate del rasgo,
afirman: «Hay un amplio apoyo para la hipótesis que la respuesta a la hipnosis es similar a un rasgo,
una capacidad actitudinal de la persona: Diferentes mediciones de la hipnotizabilidad tienen
correlaciones de moderada a altas, típicamente en un exceso de 0,60, y se ha reportado una
correlación test -test de 0,71 para un intervalo de 25 años en la administración del mismo test» (p.
849)
En esta noción de un rasgo estable, está implícita la creencia que el clínico que usa hipnosis
debiera tener una indicación clara y confiable de la capacidad hipnótica del cliente. Si el cliente
tiene una baja capacidad hipnótica, entonces no debiera emplearse tratamiento hipnótico. Los
teóricos del rasgo son cuidadosos al señalar que si el clínico tienen éxito en el uso de hipnosis en el
tratamiento de clientes con baja capacidad hipnótica, no hay forma de implicar que la
hipnotizabilidad no fue relevante, sino que más bien la efectividad del tratamiento es atribuible a
los efectos no específicos del tratamiento . Hilgard (1982) advirtió: «La fuente principal de la creencia
que todo el mundo es hipnotizable, sostenida por muchos clínicos que practican hipnosis, es una
confusión entre el éxito de su psicoterapia y el rol de la hipnosis en aquella»
En el paradigma ericksoniano, esencialmente todos los individuos tienen la habilidad de
responder hipnóticamente. La esencia del logro de esta respuesta descansa en la técnica
hipnótica individualizada. El uso de técnicas estandarizadas es evitada porque dicha
estandarización es, por definición, inflexible y fracasa en la utilización de la singularidad del
individuo específico. Esta idea está en contraste directo con la de los teóricos del rasgo
mencionados anteriormente. La habilidad del individuo para experimentar hipnosis es una función
de la creatividad del hipnotista, no un rasgo de quien responde ). Como lo
ha observado Bates (1993), mientras que esta noción del potencial universal de la hipnosis fue
sugerido por Bernheim, Forel y Moll a finales del siglo 19 y a principios del siglo 20, fue Erickson quien
le dio prominencia moderna a esta noción . En esta teoría, la resistencia del individuo para experimentar hipnosis es un reflejo y/o una función de la
inflexibilidad del hipnotista.
Abundan los ejemplos de la asombrosa inventiva de Erickson para individualizar3 sus
inducciones hipnóticas para ayudar al cliente/sujeto a experimentar hipnosis . Esos ejemplos incluyen la «inducción de la planta de tomate», en la cual
a un cliente que sufría de un dolor canceroso intratable que no era sumiso a las sugestiones
hipnóticas directas, [Erickson le comunicó las sugestiones] en dos niveles diferentes de significado
(v.g., plantas de tomate y la necesidad de comodidad). Hay numerosos ejemplos en los cuales
Erickson ofrece al sujeto ejemplos no verbales de respuestas hipnóticas, como en la levitación de
mano, donde el sujeto con frecuencia eleva su mano. Al leer esos ahora familiares ejemplos de
caso, no es irrazonable concluir que esas experiencias no podrían haber ocurrido si se hubiesen
dado sugestiones estandarizadas a los sujetos. Bates (1993) observó que una implicación
fundamental del enfoque de Erickson ha sido expandir el dominio de la hipnosis para incluir formas
de comunicación indirectas y no verbales. Es legítimo preguntarse, sin embargo, a través de qué
criterio esas comunicaciones se califican como ocurriendo dentro del dominio de la hipnosis. (Bates,
1993)
Cuando Robert Erickson, de tres años, se cayó por las escaleras y se hirió en una forma que
requería atención médica inmediata, su padre utilizó en forma magistral el contexto de la situación
para ayudar a Robert a sobrevivir la experiencia de dolor. Erickson describe una serie de
intervenciones en las cuales el dolor de Robert fue reconocido, y le pidió que se asegurara de la
buena calidad de la costra que se estaba formando y que intentara contar los puntos que recibiría
(Haley, 1967). No hubo una inducción formal de hipnosis durante esta interacción con Robert.
Erickson afirmó: «La cuestión es establecer bien en qué punto fue empleada la hipnosis. Realmente,
la hipnosis comenzó con la primera afirmación hacia él y se hizo patente cuando él dio todo su
interés y prestó atención a cada uno de los eventos exitosos que constituyeron el manejo médico
de su problema»
Pero la interrogante permanece: ¿De acuerdo a qué criterio esta maravillosa intervención
con Robert constituye hipnosis? Al menos es cierto que se empleó una técnica de distracción
efectiva. Sin embargo, como Hilgard y LeBaron (1984) han indicado, la distracción del dolor es
distinta a la que se logra a través de hipnosis y constituye una intervención no hipnótica. Como este
ejemplo lo demuestra, Erickson estaba interesado en lo que funcionaba, sin importarle si una
intervención particular podía ser definida como hipnótica o no hipnótica.
Es importante advertir que averiguar qué está incluido en el dominio de la hipnosis es vital
para comprender el fenómeno (Bates, 1993). Que todos los individuos son hipnotizables es una
función de los límites (o los límites expandidos) usados para definir a la hipnosis. Lo mismo se aplica
al considerar si una intervención particular es o no hipnótica (como en el caso de Robert), y es
responsable, por tanto, del cambio terapéutico. Al usar una definición amplia de la respuesta
hipnótica y lo que constituye un tratamiento hipnótico, sería posible, desde luego, concluir que
todo el mundo es hipnotizable y que todas las formas de comunicación terapéutica constituyen
una forma de hipnosis, ya sea directa o no. Esas definiciones amplias de hipnotizabilidad e hipnosis
hacen imposible la verificación empírica y, por último, no tienen significado.
Aunque hay amplios datos para apoyar la noción de la hipnotizabilidad como un rasgo, el
debate aun es vigoroso. Gfeller  sostiene que a través de un
enfoque de habilidades cognitivas, los sujetos inicialmente con baja hipnotizabilidad fueron
capaces de aumentar sus habilidades hipnóticas al punto de ser comparables con aquellos
evaluados como muy hipnotizables. Se necesita mucha investigación para determinar si esos
resultados representan una hipnotizabilidad realmente aumentada o son una función de la sumisión
a demandas experimentales externas. Además, la relevancia del contexto clínico aun no ha sido
establecida. No hay dudas que la complacencia aumentada, la motivación y la expectativa son
relevantes para el éxito clínico. Sin embargo, es una cuestión separada si se está modificando un
rasgo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario